Estas ahí. Estas mirando a través de la ventana. Estás esperando a que te llame y te diga que todo está bien. ¿Y si te digo que no, que todo está mal? Odio esa maldita forma de ser de las personas. Odio esa maldita forma en la que me decís, que me entendés, que me querés y en realidad, no entendés nada.
Seguís ahí. Yo no encuentro la llave para abrir la puerta. Me encerraron ellos y no me dejan salir. ¿La culpa la tengo yo?
El frío me congela las manos. Los dedos se me caen al compás de las lagrimitas que me salen de los lagrimales.
Estira la mano... intenta alcanzarme. Los mocos del cerebro no van a detener mis ganas de irme a la mierda. Escapar.
La palabra que hace que todo tenga sentido. La sombra de mis deseos que demuestra que la felicidad plena tiene una forma de realizarse.
Aunque rompa el vidrio y te tire una piedra desde la habitación de mi cuarto, nada va a suceder. Tal vez la piedra rompa tu ventana y te llene la cara de vidrios. Eso te pasa por mirón.
Une confidentialité. Una habitación en el medio de muchas otras, un lugar en donde yo soy todo. Yo, yo, yo, yo, yo, yo, yo. Las paredes están llenas de garabatos con aerosol barato y mis muchas imagenes y fotos hechas por mí. Pero no podes mirarme. No tenés la suficiente autoridad para poder mirarme de esa manera. Esta bien que no tengo cortinas, pero estoy harta de tu mirada extasiada, mirando mis curvas como si fuera una de las maravillas del mundo.
Morite.
Dejame tener mi privacidad.
Deja de mandarme cartas sexópatas. ¿No entendes no? Mi figura es simplemente una mentira. Mis curvas son ilusiones hechas por los dibujos estrambóticos de los paredes. Deja de enamorarte de la nada. Touché, mon amour.
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